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La Causa Psicológica de los Accidentes


Norberto R. Keppe*
Tomado del libro La Medicina Del Alma

 

Nosotros vivimos en una sociedad constituida por individuos neuróticos. Dentro de ellos Hay un gran número que tienen una acentuada tendencia autodestructiva. Vamos a suponer el caso de un accidente aéreo.¿ Será que la muerte, o las consecuencias del desastre podrían ser atribuidas a los ocupantes de la nave?


Es evidente que, muchas veces, algunos escapan con vida, de accidentes graves, mientras que otros incluso estando en lugares privilegiados  (los pasajeros ubicados en la cola del avión tienen mayor posibilidad de salvarse), perecen.


Un desastre puede ser atribuido a una o a varias personas. A una, en el sentido de ser el agente físico más próximo, aquel que se olvido de reponer un tornillo en el motor, o el que perdió el control de la máquina, precipitándola. Pero. Las otras personas forman el grupo de los que aceptan la autodestrucción, a causa de sus sentimientos de culpa.


Un conocido personaje de la Iglesia Católica de Sao Paulo, de visita a la Santa Casa de Misericordia, declaro a una madre que aquella sería la última vez que la veía.


Al día siguiente, el avión en que se había embarcado, en un vuelo hasta Rio de Janeiro, sufrió un accidente, pereciendo este personaje y sus compañeros.


El inconsciente sabe cosas que nosotros no sabemos.


El dirige con mano de hierro nuestro destino.


Así como existen personas que buscan la autodestrucción, otras la evitan.


J.M: llegó temprano al aeropuerto de Congonhas, esperando su turno para embarcarse.


En el momento en que fue llamado, comenzó a angustiarse, y pidió ser transferido a otro avión. Pues bien, aquel, en el cual él debería haberse embarcado se precipitó a tierra, pereciendo todos sus ocupantes.


La vida y la muerte pueden surgir en un minuto, pero su preparación es muy larga.


Aquellos que poseen la tendencia a accidentarse tienen varios rasgos en común: Son generalmente sumisos, tienen sentimientos de culpa y su libido es interiorizada. Pero, los grados de autodestrucción varían, en modo extremo, existen los psicóticos, aquellos que sufren de fuerte depresión, siendo capaces de llegar al suicidio.


Los supersticiosos  aconsejan a no pasar por debajo de una escalera, levantarse con el pie izquierdo, volverse a casa si se cruzan con un gato negro etc.etc. Ahora bien, quien cree en esos hechos, posee una acentuada tendencia a accidentarse, y, bajo la influencia de una autosugestión, podrá realmente perjudicarse.


Los antiguos romanos, si, al salir de casa, se tropezasen, volvían inmediatamente temiendo un peligro inminente. Era el aviso que el inconsciente transmitía, pues aquel día podría ser funesto, por los estragos que podría causar.


No existe la coincidencia para la vida psíquica.


Generalmente las personas más desequilibradas, las hostiles a las reglas, tienen mayor probabilidad de sufrir accidentes, lo mismo sucede con los jóvenes que tienen bajas notas en la escuela y se comportan mal dentro y fuera de casa.


La actuación del individuo en sociedad, puede ser de forma pasiva, masoquista, o activa y sádica en el sentido de agredir al semejante.


Por lo tanto, los “humillados y ofendidos”, de los que Dostoievski habla en su libro, continuarán en la misma ruta, indefinidamente, hasta que despierten a la realidad y se rebelen, con resultados trágicos.


El inconsciente no es solamente patológico. El posee una enorme carga, muy útil, y las leyes de compensación Psíquica están siempre actuando.


Algunos que nunca se accidentaron pueden repentinamente, lograr un desenlace dramático, llegando al suicidio. Otros permanecerán toda la existencia enredados en pequeños accidentes, lo que los hará más o menos bien adaptados al nivel de autodestrucción de su inconsciente. Un tercer grupo sufrirá un accidente grave, y después se requilibrara definitivamente. El segundo caso es el más susceptible de estudio, por su propia naturaleza.


Un hecho que merece destacarse es que esa tendencia destructiva no es privilegio solo del campo de los accidentes, ella invade todas las otras áreas de nuestra existencia: la profesión, el estudio, la economía, la vida social etc. Esto puede ser notado a través de la enemistad con los superiores, colegas o subordinados; con una actitud hostil al ambiente en general; o asumiendo una posición humillante o atrevida.


Los “fuertes” dominan a los “débiles”. Esa ley de la selva continúa imperando en nuestra civilización moderna, y parece que no nos libraremos tan temprano de ella. Pero, es necesario que los buenos reaccionen, porque los malos (sádicos) tienen un gran pavor de ver sus tendencias agresivas descubiertas y eliminadas de la convivencia humana.


Hasta ahora, confundimos bondad con debilidad; son dos cosas bien diferentes.

 

Protón Editora (11) 3032-3616
www.editoraproton.com.br


*Norberto Keppe es fundador y presidente da SITA - Sociedad Internacional de Trilogía Analítica - (Psicoanálisis Integral), psicoanalista, filósofo y escritor con mas de 35 libros publicados.

 


 

 

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